"Yo fui esclava": la paraguaya que denuncia al Opus Dei por servidumbre y explotación

30 agosto, 2022

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Lucía Giménez, paraguaya que forma parte de las exempleadas domésticas que denuncian al Opus Dei por explotación y servidumbre, relató cómo fue la experiencia que le costó 18 años de su vida. Las afectadas exigen a la organización católica una disculpa pública y una indemnización.

Lucía nació en la ciudad de Loreto, departamento de Concepción. A los 14 años escuchó de un colegio que le interesó, por lo que insistió a su madre hasta conseguir entrar. "Yo quería seguir estudiando y ellos hablaban de un colegio", señaló.

Se trataba más bien de una residencia, ubicada en la avenida Perú, en Asunción. Corría la década de los 80.

"No había colegio. Ellos tenían una escuela, que le llamaban de hogar y cultura. No sé si el Ministerio de Educación lo reconocía como escuela, pero teníamos muy poco programa de educación. Más bien era para que nos enseñaran a lavar, planchar, coser, cocinar. Y teníamos una chica más grande que nos enseñaba a trabajar, porque yo nunca hice nada porque era chica", contó.

Lucía relató que se levantaban a las cinco y media de la mañana. Luego de desayunar, empezaban a trabajar sin parar hasta las nueve de la noche. Trabajaban aproximadamente unas 16 horas.

Manifestó que dos veces por semana iban a la escuela, que estaba en el mismo terreno que la residencia. "Yo no salía para ir a la escuela. Vivía ahí e iba ahí mismo a la escuela".

"Nos enseñaron a trabajar para ellos"

Lucía expresó que la promesa de ir a estudiar era en realidad una manipulación para servir a los sacerdotes y laicos que habitaban la comunidad.

"Creo que el objetivo mentiroso que usaron, que era para venir a estudiar, era para servirlos a ellos como reyes, tanto los hombres como las mujeres, porque nos enseñaron a trabajar de una exigencia terrible cuando éramos adolescentes, que en realidad teníamos que estar estudiando en la secundaria. Nos enseñaron a trabajar para ellos", remarcó.

"Esa mano de obra gratis cual esclava era para los miembros del Opus Dei. Así como existen numerarios y curas que viven juntos en la residencia, nosotros les servíamos a ellos día y noche. Le lavamos toda la ropa, toda la semana se cambiaba las sábanas y los toallones. Todo eso lo lavábamos. Todos los días no podíamos estar ni una hora sin hacer nada", añadió.

La situación de Lucía se agravó cuando la llevaron a Buenos Aires en febrero de 1982, donde cumplió los 17 años.

Contó que una numeraria del Opus Dei que trabajaba en la Embajada Argentina la llevó en el avión de la misma embajada. "Todos están involucrados", lanzó.

Indicó que una vez en la residencia, no permiten la comunicación con los familiares. "Te dicen no les digas nada a tus padres, porque no lo van a entender".

"Y la verdad que yo creí tanto la vocación que me decían, que era para Dios y bueno, a esa edad vos no podés pensar porque sos muy chica, sos vulnerable", lamentó.

Describió los supuestos maltratos. Habló de autoflagelecación obligada, con cilicio y un látigo que llamaban "disciplina". No tenía la llave de la casa, por lo que no podía salir, ni recibía por sus labores remuneración alguna, según relató.

Principio de un nuevo comienzo

Lucía dejó la residencia en 1999, con 33 años, tras la muerte de su madre, que fue velada en Paraguay.

"Es como que lo que pasó con mi madre me dio fuerzas para salir, porque me di cuenta que ahí no me quedaba nada. No tenía mamá, no tenía plata, no tenía casa, no tenía hijos. Viendo a mis hermanos cómo estaban dije que esto no puede ser, a los 33 años nada, ni donde caerme muerta", lamentó.

"¿Por qué volví a Buenos Aires? Porque tenía vergüenza de ir a pedirle a mis hermanos un plato de comida o ir a sentarme a comer con mis sobrinos la comida de mis sobrinos. A mí no me entraba en la cabeza, teniendo 33 años, no tener nada y tener que ir a vivir de mis hermanos", expresó. "Yo estuve 18 años en total", agregó.

Empezó la secundaria en el año 2000. "Estudiando la historia antigua, la historia de Inglaterra, de cómo tenían como esclavos a la gente, yo dije 'yo fui esclava'. Y ahí me di cuenta"

En Buenos Aires contactó con abogados y con la prensa. También conoció a más personas que sufrieron la misma experiencia, que se unieron y denunciaron.

"Que no continúe, pero aparte de eso tienen que pedir perdón públicamente y pagar a cada persona, no puede ser que una persona que hace unos 10 o 5 años que salió no tenga donde caerse muerta", manifestó.

Lucía expresó su alegría por su vida actual. "Hoy mi vida es lo más lindo que hay. Trato de ser feliz, de aprovechar el tiempo que fue perdido ahí y saco experiencia de eso, ayudo a un montón de gente. Amo tener amigos y amigas, estoy en pareja con un porteño divino, muy buena persona. Tengo una hija de 19 años que es maravillosa".

"No tengo más que agradecer, por toda la gente que conocí, por todo lo que estamos haciendo. Estoy muy feliz de haber hecho esto, es como develar el engaño, la mentira, dejar algo tan poderoso y sucio a la vez, tan oscuro y tan triste", añadió.